lo que ellos no ven
La gente pasa por delante de un edificio que la semana pasada estaba en estructura y han comenzado a hacer los cerramientos.
Es tan cotidiano que se trata de uno de esos elementos de nuestra profesión que conoce todo el mundo.
Podía empezar este correo resumiendo la historia del ladrillo, hablando de su versatilidad o del uso que hemos hecho de él, hablando de ejemplos históricos, obras espectaculares y de su aplicación en millones de construcciones modestas, pero te supongo medianamente enterado y hay mucha literatura al respecto.
Yo tengo mi propia lista de favoritos, construcciones de ladrillo que considero obras de arte (tanto de la antigüedad como contemporáneas), pero es una cuestión de gustos. Seguro que tú tienes tus propias referencias.
El ladrillo
Es tan cotidiano que se trata de uno de esos elementos de nuestra profesión que conoce todo el mundo. Ya seas farmacéutico, cartero, filólogo o enfermera. Nosotros, los del sector, sabemos que hay distintos tipos con aplicaciones específicas, pero si vives en este planeta tienes una idea básica de lo que es un ladrillo y has visto tantos que el concepto no necesita explicación.
Precisamente porque no hemos dejado de usarlo para hacer edificios desde hace miles de años, ha terminado por representar nuestra actividad de alguna forma. Y debería parecernos bien ¿no? Por muy modernos que seamos tenemos que reconocer su valor y saber que siempre estará ahí como recurso estructural, en particiones e incluso estético.
Si me dejo llevar, podría hablarte de que está hecho de tierra y agua. Basta reflexionar un poco sobre este hecho para escribir un extenso correo.
Pero…
Desde hace años, cuando en un telediario se dice una frase que incluye “el ladrillo”, puedes estar seguro de que están hablando de algo negativo. Y no hay derecho.
Eso es lo que me ha impulsado a escribir hoy
El malo de la película
Se ha asociado a lo peor de las operaciones de especulación, a la corrupción y a personajes oscuros que se mueven tras el telón.
No digo yo que no los haya, y decir que en todos los sectores ocurre no sirve de excusa, pero en el sector de “la pastilla” hay intereses económicos contrarios a la salud, con el de “la toga”, por poco contacto que hayas tenido ya conoces el efecto que puede tener en tu vida, y para qué vamos a hablar del sector “del billete”
En el imaginario popular se ha sumado el malestar por la especulación inmobiliaria a la imagen tan repetida del constructor sin escrúpulos, un cruce entre el Capitán Garfio y Pepe Gotera que pesa como un carrillo de mano lleno de hormigón sobre nuestra reputación.
(hago aquí un inciso para felicitar a todos los que no hayan tenido la experiencia de hormigonar a mano con este sistema; créeme, no te has perdido nada)
Como decía, “el sector del ladrillo” o más bien “el ladrillo” para los enemigos, carga con culpas que no siempre le corresponden. Aún sabiendo que por mentalidad vamos con retraso en entornos digitales y necesitamos una evolución, no puedo evitar que me moleste el tono cuando alguien habla sin conocer nuestra realidad.
Es más, hasta la típica frase de “invertir en ladrillo” me molesta. Bueno, si lo pienso bien me hace gracia porque me imagino a alguien comprando cientos de palets y almacenándolos en una nave industrial.
Vale, pongámonos serios. Si te has quedado con ganas de participar en la conversación, te propongo algo:
Que publiques en LinkedIn esta especie de manifiesto (modificando lo que te parezca bien):
SOMOS DEL LADRILLO
Aún teniendo en cuenta que debería estar claro porque se trata de una actividad económica, nos vemos en la necesidad de recordar públicamente que:
#somosdelladrillo